Documento escrito por Alberto López García para festejar el cumpleaños número 45 de Rebeca.
Querida hermana:
Hoy, a más de seis meses desde la última vez que nos vimos, he recuperado el valor para escribirte. Hoy celebraríamos juntos tu cumpleaños; sin embargo, resignados, hemos de recordar esta fecha sin tu presencia.
Recuerdo que nuestros cumpleaños fueron siempre una celebración casi rutinaria: nuestro gran pastel de La Gran Vía, lleno de fresas, enormes, rojísimas, pero siempre tan ácidas; la gran olla de chocolate caliente, los gorros de cartón y los globos pegados a la pared; todos los hermanos juntos, mi madre, mi padre a veces, y casi siempre una turba de primos gritones y locos. Así eran nuestros cumpleaños. Siempre así, cambiando al festejado.
Luego, al ir abandonando la casa, nuestros cumpleaños se volvieron una íntima costumbre, a lo mucho, recordada por las familias que fundamos.
Sin embargo, este cumpleaños tuyo, me ha parecido hoy, el único de toda tu vida, tan presente para todos.
Aquel 7 de febrero, la última vez que nos vimos, no me habría imaginado en lo más mínimo que llegaría este día sin que estuvieras con nosotros. Para mí era un hecho que volverías a estar sana, que la formidable salud que siempre mostraste vencería todos los males que te habían abatido aquél aciago diciembre. Varias veces nos ilusionamos con la noticia de tu salida, sin embargo, algo inesperado pasó.
Aquel día, ¿lo recuerdas? Al despedirnos, te dije que ya era demasiado, que el sábado que me tocaba estar de nuevo contigo, regresaría con una maleta para llevarte de ahí, a escondidas, y nos reímos un poco… sin embargo, no esperaste más, preferiste ponerte unas alas para volar quién sabe hasta dónde.
Algunos piensan que te fuiste y hasta dijeron que estarías mejor, pero yo siempre he sabido que sigues por aquí. A veces, te encuentro caminando conmigo, siempre a mi derecha, por las habitaciones de mi casa y entre algunos lugares por los que alguna vez anduvimos; otras veces, en el asiento trasero del auto, como cuidándome de llegar a salvo con los míos.
Será quizás, por las cosas que nos faltaron vivir, serán las ganas de seguir tomando las cosas que te gustaban de la vida, será por el placer de nuestras pláticas, por el gusto que compartíamos por cantar, de leer, por las comidas que te gustaban, por los sueños que seguían haciéndose realidad, en tus acciones o las de tus hijos, por el arte que inundaba siempre tu mirada o por la desmesura de tu amor por nosotros que nunca te fuiste.
Hoy, por tu amorosa presencia, celebro contigo el día en que llegaste al mundo para crecer, para quedarte y seguir más viva que nunca, tocándonos con la infinita bondad de tu mirada, aliviando siempre la desesperanza o la ira de quienes nos acercábamos a ti para compartir nuestras preocupaciones o nuestras alegrías.
Hoy, junto a tus nobles hijos, junto a los míos, con nuestros padres, nuestros hermanos y todos nuestros amigos, celebramos y bendecimos el comienzo de tu amorosa y larga vida.
A donde quiera que te encuentres, recibe un abrazo lleno de todo nuestro amor…
Siempre amándote
Alberto
9 de agosto de 2011
